“San Jorge y el dragón”: el icono del dualismo Daliniano.

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Viernes, 26 Junio, 2020

 

A lo largo de la historia del arte, la temática de San Jorge y el dragón ha sido abordada por numerosos artistas desde Giotto hasta Rafael, pasando por Paolo Uccello para llegar hasta Dalí.

El artista catalán representó la escena de San Jorge, recurriendo a diferentes formas de arte en su producción artística, citaremos la pintura de 1942 titulada “San Jorge” y la realizada con aguafuerte “San Jorge y el dragón” (1947), donde queda patente la influencia de Rafael.

 

 

 

En la escultura “San Jorge y el dragón”, Salvador Dalí transforma la iconografía tradicional de San Jorge, un mártir-caballero que, al llegar a los aledaños de Silca, libera a la princesa del dragón, en una obra simbólica e interpretativa. El santo, sin aureola, es el valiente caballero con una armadura resplandeciente, representado en el momento de su triunfo sobre el mal, en el acto de infringir el golpe mortal al dragón.

 

 

La obra en bronce “San Jorge y el dragón” de Dalí presenta numerosas analogías con la pintura “San Jorge y el dragón”, realizada por Rafael Sanzio en el año 1505 aproximadamente y conservada en el Museo del Louvre de París. Mientras permaneció en París, Dalí se dedicó a estudiar y analizar las obras de Rafael expuestas en el Museo del Louvre.

Para Dalí, Rafael es un “genio casi divino”. En su autobiografía “La vida secreta de Salvador Dalí”, Dalí declaró: “Si vuelvo la vista al pasado, seres como Rafael me parecen verdaderos dioses. Soy quizás actualmente el único que sepa por qué en adelante será imposible ni remotamente alcanzar los esplendores de las formas rafaelescas”.

 

 

Ambas obras representan a San Jorge a caballo, ataviado con una armadura resplandeciente, en el momento en el que está rematando al dragón; en una lo hace con un golpe de espada y en la otra con una lanza. La escena se desarrolla en una diagonal en la pintura y en la escultura. La posición empinada de los caballos, la de los dragones con sus colas curvadas en espiral y las alas aguzadas hacia arriba exaltan el dinamismo de la representación.

En la obra de Dalí el equilibrio de la composición y la presencia de diagonales ideales refuerzan la dualidad entre el bien y el mal. La lanza delgada, sujetada por San Jorge, crea una diagonal, que empieza en la cabeza del dragón y sube hasta llegar al brazo del caballero e, idealmente, hasta el brazo levantado de la Princesa de Silca. Viceversa, las alas del dragón generan una diagonal opuesta y crean un prisma con la máxima apertura en la cabeza del dragón. Dichos aspectos destacan la importancia atribuida por Dalí a la perspectiva, a las matemáticas, a la estética y a la composición.

Numerosas metamorfosis se dan cita en la escena escultural cargándola de simbolismo. Los rostros de San Jorge y de la princesa carecen de rasgos, las alas del dragón se transmutan en llamas y su lengua adquiere la forma de una muleta, uno de los elementos simbólicos favoritos de Dalí.

 

 

En esta escultura, Dalí representa simbólicamente la dualidad entre la vida y la muerte, entre las fuerzas del bien y del mal. El caballo, cuya fuerza dominante rompe idealmente la diagonal que separa el bien y el mal, generada por la forma de las alas en llamas del dragón, aparece sin rastro de terror en la expresividad de su hocico y no busca escapar; por el contrario, parece sacar de dichas llamas una energía especial y la conciencia de su fuerza, que transmite a su jinete en una sintonía perfecta de composición.

El corcel participa activamente en la lucha contra el mal y transmite a San Jorge el valor para superar sus miedos turbulentos, derrotar al dragón y con ello todas las obsesiones y las tentaciones innatas de la naturaleza humana. Solamente, se puede recuperar un nuevo equilibrio, una nueva vida a través de la muerte simbólica del dragón. “Muerte y resurrección, revolución y renacimiento: mitos dalinianos de mi tradición” dijo Dalí.

Es interesante detenerse en la metamorfosis de la lengua del dragón convertida en una muleta. Para Dalí, la muleta es “el símbolo de la muerte y el símbolo de la resurrección”.

 

 

El genio catalán vio por primera vez una muleta en un desván de la finca el Molí de la Torre durante su estancia como invitado de la familia Pichot y la juzgó: “Ah, ¡encantadora muleta! ¡Ah, concentración máxima de toda austeridad, de toda solemnidad!”.

En la escultura “San Jorge y el dragón”, la lengua bífida del dragón, la lanza y el traje del caballero son resplandecientes. Para Dalí: “La gloria es un objeto resplandeciente, punzante, cortante, unas tijeras abiertas…”.

 

 

La posición de la cabeza del dragón y la apertura de su boca nos recuerdan el cuadro “San Jorge y el dragón” (1460 aproximadamente) de Paolo Uccello, mientras que la posición empinada del caballo, con toda seguridad, está influenciada por las obras de Leonardo da Vinci y presenta similitudes con los lienzos de Paolo Uccello, en especial con “La batalla de San Romano”. Dalí había estudiado la anatomía del caballo en los dibujos de Leonardo da Vinci y conocía las obras de Paolo Uccello, en las que admiraba “la gracia misteriosa” del pintor de Florencia a la hora de representar a los sujetos en sus pinturas.

 

 

 

 

Otro elemento especial de la escultura “San Jorge y el dragón”, que presenta significados simbólicos, es el detalle de la piel del dragón. Aparece representada como la de un de pez y se pueden contar las numerosas escamas en todo el cuerpo de la bestia mitológica.

Dalí nutría una obsesión particular por los peces y en su “Diario de un genio” contó un episodio extraño en el que usó “las escamas de los peces voladores” para darle brillo al lienzo, atrayendo hacia sí mismo un enjambre de moscas grandes, cautivadas por el olor del pez y por el del líquido de una botella de fijador derramada por el artista al pulverizarlo que, al sentirse mojado y recubierto de moscas, dejó de pintar repentinamente y cerrando los ojos pensó: “¡Dios mío, me estoy convirtiendo en un pez! […] ¡Estoy cubierto de escamas deslumbrantes!” En verdad, eran salpicaduras secas del fijador en cristales derramado. A su vez, la empleada de hogar, al ver a Dalí trabajando en una situación similar, dijo: “¡Está mojado como un pez! No entiendo cómo puede pintar crucificado por las moscas”.

 

 

Desde 1995, una versión en tamaño museístico de la escultura “San Jorge y el dragón” forma parte de la colección de arte de los Museos Vaticanos, fue donada por el Dalí Universe al Papa Juan Pablo II. Tras la remodelación de los Museos Vaticanos, la escultura se colocó en la prestigiosa escalinata de Pio IX, dentro del Palacio Apostólico Vaticano.

 

 

La escultura “San Jorge y el dragón” descubre también otro aspecto importante de la vida Dalí: su relación con la fe. “Esperando siempre la fe que es una gracia de Dios, me he convertido en un héroe” dijo Dalí. La infancia del artista catalán estuvo marcada por un sentimiento atormentado por el catolicismo, su madre, Felipa Domènech Ferrés, fue una ferviente católica, mientras que su padre, Salvador Dalí y Cusí, era ateo. Leyendo los libros ateos de la biblioteca paterna, Dalí aprendió “que Dios no existe”. Su primer maestro, Don Esteban Trayter, repitió a Dalí a lo largo de un año la inexistencia de Dios diciéndole “que la religión era cosa de mujeres”. Nietzsche le abrió a Dalí la puerta de la fe, junto al ejemplo de su madre, despertó en el artista las primeras preguntas y sus dudas místicas, que culminaron en 1951, con la publicación de su “Manifiesto Místico”. “Nietzsche despertó en mí la idea de Dios” escribió Dalí en su autobiografía “La vida secreta de Salvador Dalí”.

En las lecturas del filósofo francés Auguste Compte, Dalí encontró las bases para su nueva religión ofreciendo al grupo surrealista “ideas e imágenes en contradicción total con el gusto surrealista”. Dalí dijo: “Precisamente cuando Breton no quería oír hablar de religión, yo me disponía, por supuesto, a inventar una nueva religión que sería a la vez sádica, masoquista, onírica y paranoica”.

Internamente en el grupo surrealista, Dalí proclamaba la necesidad de tratar contenidos místicos y religiosos y dijo: “Confieso que, por entonces, tenía el presentimiento de nuestro retorno, puro y simple, a la verdad de la religión católica, apostólica y romana que, poco a poco, me deslumbraba con su gloria”. Y cuando Dalí anunció: “El surrealismo soy yo”, añadió: Y lo creo, porque soy el único en perpetuarlo. Yo no he renegado de él, sino que, todo lo contrario, lo he reafirmado, sublimado, jerarquizado, racionalizado, desmaterializado, espiritualizado. Mi misticismo nuclear actual no es otra cosa que el fruto inspirado por el Espíritu Santo, de las experiencias demoníacas y surrealistas de los comienzos de mi vida”.

Dalí transcurrió toda su existencia en busca de la fe, en busca del cielo, como declaró: “¿Y qué es el cielo? ¿Dónde se encuentra? El cielo se encuentra, ni arriba ni abajo, ni a la derecha ni a la izquierda, el cielo se halla exactamente en el centro del pecho del hombre que tiene fe”.

Las imágenes religiosas fascinaron y despertaron la curiosidad de Dalí a lo largo de toda su vida. La escultura “San Jorge y el dragón” ocupa un lugar importante en el universo Daliniano y es una creación repleta de elementos simbólicos y de significados ocultos, ligados al dualismo entre el bien y el mal, la vida y la muerte y la tierra y el cielo.

Fuentes:

Diario de un genio, Salvador Dalí, 1963.

Vida secreta de Salvador Dalí, Salvador Dalí, 1942.

Conversation with Dalí, Alain Bosquet, 1969.

Catalogue Raisonné of Salvador Dalí Paintings (https://www.salvador-dali.org)

 

Imágenes:

Catalogue Raisonné of Paintings by Salvador Dalí © Fundació Gala - Salvador Dalí.

Dalí The Hard and The Soft, Robert and Nicolas Descharnes, Eccart, 2004