El sábado uno de diciembre se inauguró la exposición Salvador Dalí – “La Persistencia de los Opuestos” en la ciudad de las piedras de Matera, en el Complejo rupestre de la Madona de las Virtudes y San Nicolás de los Griegos.
El Dalí Universe exhibe por primera vez en Matera su colección y expone una selección de aproximadamente ciento cincuenta obras auténticas de Salvador Dalí, entre esculturas de diferentes dimensiones, dibujos, obras en vidrio y decoraciones.
Beniamino Levi, Presidente del Dalí Universe y curador de la exposición, presentó su Colección Dalí Universe durante la conferencia de prensa que dio el 29 de noviembre en la sede de la exposición.
La ambientación de la muestra Salvador Dalí – “La Persistencia de los Opuestos” en el entorno urbano de las piedras de Matera, según Beniamino Levi, representa «un sugestivo escenario que releja el fuerte vínculo que existió entre Dalí e Italia, que empezó en 1935».
En su autobiografía “La vida secreta”, Dalí cuenta su admiración por los grandes artistas italianos y su deseo de conocer Italia más profundamente. «Gala había despertado mi interés por Italia. El Palladio y el Bramante se iban volviendo para mí los más acabados realizadores de la perfección humana en el campo de la estética, y empezaba a desear estar cerca de estos productos de una inteligencia materializada, productos concretos, para medirse, y perfectamente inútiles. […] Día tras día, me repetía a mí mismo: ¡Es imposible, incluso astrológicamente, aprender de los antiguos una técnica que ya está perdida! No me queda ni siquiera el tiempo de aprender a dibujar como ellos».
La fascinación que ejerció Italia sobre Dalí se refleja en toda su producción artística, que estuvo profundamente influenciada por los grandes maestros clásicos del Renacimiento, que el artista trató de interpretar siempre de acuerdo con su personal enfoque paranoico-crítico.
«Rafael fue muy completo, muy sintético, sin duda único» afirmó Dalí en su autobiografía “La vida secreta”, a propósito del célebre pintor del Renacimiento italiano, al cual admiraba y consideraba un
«genio casi divino».
«Me encantaría saber todo sobre la personalidad de Rafael» escribió Dalí en “Diario de un Genio”, declarando: «mi hubiese gustado mucho parecerme a él» y transfirió al arte esta afirmación al realizar, en 1921, la obra “Autorretrato con Cuello Rafaelesco”.
En las pinturas del Perugino y Piero della Francesca, Dalí había notado la melancolía metafísica, la importancia de la composición y la capacidad de ilustrar con profundidad los sentimientos humanos. Para Dalí, las obras de Piero della Francesca reflejaban el «triunfo de la monarquía absoluta y de la castidad», según escribió en “La vida secreta”.
Las obras de Leonardo da Vinci se convirtieron para Dalí en objeto de profundos estudios y análisis sobre la geometría compositiva, que Leonardo utilizó ampliamente en la realización de sus pinturas y esculturas. En “Diario de un Genio”, escribió: «Si alguien rechaza estudiar la anatomía, el arte del dibujo y de la prospectiva, la matemática de la estética y la ciencia del color, permítanme decir que esto es un signo de holgazanería, más que de genialidad».
Por todo esto, Italia se volvió para el artista catalán un teatro donde experimentar y materializar, a través de la admiración de las obras de arte clásicas, todas sus ideas orientadas a un «retorno al clasicismo» y a la afirmación de una «fe estética», como única respuesta a la incapacidad de observación, que había devorado a los artistas de la posguerra.
El genio del Surrealismo declaró en su autobiografía “La vida secreta”: «Mi clasicismo hubiese sido, un día, más surrealista que el romanticismo ajeno. Y mi reaccionario tradicionalismo, más subversivo que ese aborto de revolución de ellos. Todo el esfuerzo hacia la modernidad realizado en la posguerra fue falso y estaba destinado a desaparecer. Inevitablemente, es necesario volver a la tradición, tanto en la pintura como en todo el resto. Ya nadie sabía cómo dibujar, cómo pintar, cómo escribir. Todo estaba nivelado, uniformado e internacionalizado. La fealdad y la falta de forma eran las divinidades del momento».
Dalí decidió partir hacia Italia en el otoño de 1935, con el deseo de interrogar a otra «esfinge: el Renacimiento», y gobernar los «nuevos medioevos», que Europa estaba comenzando con las revoluciones fascistas y comunistas, gracias a la comprensión de las leyes estéticas destinadas a «renovar el Renacimiento».
Junto a Gala y al poeta y coleccionista inglés Edward James, Dalí llegó a Turín, siguió viaje hacia Módena, Roma y Amalfi, donde se detuvo durante algunos meses en Villa Cimbrone, como huésped del poeta.
Gala y Dalí visitaron muchas localidades italianas entre los años 1935 y 1937. Las obras que Dalí realizó en este primer periodo en Italia fueron la directa consecuencia de los innumerables viajes y estancias en Roma, Florencia, Lucca, Amalfi; y las proficuas colaboraciones, como la que emprendió con la estilista italiana Elsa Schiaparelli, per la creación de originales colecciones de ropa y accesorios; y el bailarín Léonide Massine para la realización del ballet “Tristan Fou”.
El viaje a Sicilia en la primavera de 1938 impresionó a Dalí por la semejanza con su tierra y le dio inspiración para su obra “Impresiones de África”, realizada en Roma, durante la estancia en el estudio Lord Gerald Berners en el Foro Romano. Gracias a la colaboración que estrechó con el escritor Maurice Sandoz en 1939, Dalí realizó numerosas ilustraciones para los libros del escritor.
En 1940 Gala y Dalí se trasladaron a Estados Unidos. Dalí se llevó consigo la experiencia clásica que vivió en Italia y las obras realizadas en esos años reflejan fielmente su nueva posición clásica en defensa del Renacimiento.
En los años siguientes, Dalí cultivó intereses innovadores y científicos, persistiendo en su deseo de recuperar el legado que dejaron los maestros del Renacimiento y de la antigüedad clásica. Su libro “50 Secretos Mágicos para Pintar”, publicado en 1948, es un elogio manifiesto de la tradición clásica, representada por sus más importantes pintores y arquitectos del Renacimiento italiano. Dalí dijo: «Déjenme ser el primer precursor del nuevo Renacimiento».
En 1948, después de trascurrir ininterrumpidamente ocho años en Estados Unidos, Dalí y Gala volvieron a Europa y durante el otoño transcurrieron un mes en Vicenza, donde Dalí tuvo la posibilidad de ahondar en la arquitectura de Andrea Palladio, con la que quedó encantado. Posteriormente, visitó Venecia, ciudad que lo impactó profundamente, y emprendió una colaboración con el pintor, escenógrafo y arquitecto italiano Fabrizio Clerici, para la realización del espectáculo “Rosalinda o Como gustéis”, del que Clerici realizó la instalación escénica.
Siempre en ese mismo año, Dalí visitó el Parque de los Monstruos de Bomarzo, donde se hizo fotografiar en diferentes lugares del parque y del templo dedicado a Giulia Farnese.
El vínculo que Dalí sentía con Italia le hizo tomar la decisión de hacer traducir sus autobiografías “The Secret Life of Salvador Dalí” y “Las journal d’un génie” también a la lengua italiana, con el título “La mia vita segreta” y “Diario di un genio”.
Con ocasión de la conmemoración del 700.° aniversario del nacimiento de Dante Alighieri, el Gobierno italiano comisionó a Salvador Dalí las ilustraciones de los cantos de la Divina Comedia, obra que lo mantuvo ocupado hasta 1953, cuando Dalí y Gala se dirigieron a Roma para la revisión definitiva de las 102 tablas que había realizado. Las ilustraciones fueron expuestas por primera vez el 14 de mayo de 1954 en Roma, en el Palazzo Rospigliosi, durante la inauguración de la primera retrospectiva de Dalí en Italia. En tal ocasión, Dalí realizó una actuación presentándose ante el público y pronunciando un discurso explosivo en latín, después de hacerse transportar dentro de un “cubo metafísico” por las calles de Roma, anunciando simbólicamente su renacimiento.
Durante sus estancias en Italia, la fama y la popularidad de Dalí aumentaron, también gracias a su participación en el programa televisivo “Arrivi e partenze”, presentado por Mike Bongiorno, y en el programa “Incontri (Encuentros)” en el que fue entrevistado por Carlo Mazzarella.
La ciudad de Venecia se convirtió para Dalí en una ocasión para exponer su talento en el mundo del teatro. En 1961 se puso en escena en el teatro La Fenice la obra cómica “La dama spagnola e il cavaliere romano (La Dama Española y el Caballero Romano)”, con música de Alessandro Scarlatti, seguida del ballet Gala, escrito en estilo scarlattiano e interpretado por Ludmilla Tcherina, primera bailarina del Teatro de la Ópera de París.
La Liguria confirió a Dalí el “Premio Internacional Diano Marina 1968” para obras literarias ilustradas, por las ilustraciones que realizó de la “Sagrada Biblia” en 105 tablas publicadas por primera vez en 1967. Durante su permanencia en Liguria, Dalí quedó fascinado al visitar un pequeño pueblo medieval enrocado sobre la ciudad de Sanremo.
En Italia, también tuvo la posibilidad de apreciar el Made in Italy y el diseño industrial italiano, y la ocasión de colaborar con la marca Alessi, empresa italiana de diseño de objetos domésticos, y la marca Pirelli, mostrando su interés por el primer neumático radial para coches.
Durante los años 70 y 80, Dalí transcurrió algún tiempo en diferentes localidades italianas, entre las cuales Venecia, Turín, Milán, Génova, Ferrara, Mantua, Aosta y Nápoles. Fueron años en que el nombre de Dalí apareció en numerosas exposiciones, muestras itinerantes, conferencias y espectáculos teatrales. El nombre de Dalí se convirtió en sinónimo de «primer precursor del nuevo Renacimiento», «muerte y resurrección, revolución y renacimiento».
Revolución surrealista, de la que Dalí fu protagonista, y renacimiento de un nuevo estilo, que el artista catalán tuvo la posibilidad de hacer florecer también gracias a sus visitas a las obras realizadas por los grandes maestros del arte italiana, además de cada uno de los lugares de Italia en donde desarrolló su talento artístico.
«Nuevo país, nueva piel» escribió Dalí en “La vida secreta”. Al llegar a Italia por primera vez en 1935, Dalí empezó a vivir en modo tangible el inmenso patrimonio artístico italiano y a aproximarse al conocimiento de todos sus secretos, para lograr con su mirada «paranoico-critica» «salvar la pintura moderna de la desidia y del caos».
Tal vez, sin el contacto directo con Italia, el arte de Salvador Dalí no hubiese surgido tal como lo conocemos hoy: perfectamente renacido y glorioso tras el desorden generado por las innumerables formas artísticas surgidas en la posguerra: «Yo les anuncio el futuro nacimiento de un nuevo estilo» dijo Dalí.
Matera, ciudad de los Sassi y símbolo de la Italia meridional, vivirá durante el próximo año 2019 su nuevo renacimiento, en una cita mundial de la que será teatro, gracias a su designación de Capital Europea de la Cultura.
En 1964, el director Pier Paolo Pasolini eligió este lugar incontaminado para el plató de su film El Evangelio según San Mateo, transformando los Sassi en escenografías ideales para narrar la vida de Jesús.
A partir del primero de diciembre de 2018, Matera albergará algunas obras auténticas del pintor catalán y máximo exponente del Surrealismo y, en el año 2019, se presentará como una ciudad europea proyectada hacia el mañana y generadora de nuevas inspiraciones artísticas.
La «Venecia del Sur», como la define el crítico de arte Vittorio Sgarbi, y sede del más importante museo italiano enteramente dedicado a la escultura, se convertirá en la primera ciudad de Italia meridional que haya recibido el reconocimiento de ciudad de la cultura.
Los Sassi abandonados conquistaron a Pier Paolo Pasolini, así como las rocas de Cadaqués y del Cabo de Creus conquistaron a Salvador Dalí. En el curso de su historia, ambos lugares se convirtieron en un instrumento de memoria e inspiración.
El Dalí Universe no tiene dura de que el sito multimilenario de los Sassi de Matera será un lugar profundamente sugestivo para admirar las grandes obras de Salvador Dalí, que dedicó gran parte de su vida a estudiar a los maestros clásicos italianos y a visitar el rico patrimonio histórico-artístico de Italia.