Salvador Dalí llegó por primera vez a Nueva York el 14 de noviembre de 1934, junto a su mujer Gala, después de una travesía transatlántica a bordo de un barco de vapor, que había zarpado desde Le Havre, en Francia. En los sucesivos cuarenta años, Dalí transcurrió sus inviernos en Nueva York, hospedado en el St. Regis Hotel en la East 55th, donde disponía de una suite privada (la habitación 1610) y en la que montó también un estudio. El artista catalán supo conquistar la cuidad de Nueva York, transformándose en un “modelo de negocios” y en una “marca” única, destinada a perdurar a lo largo del tiempo.
Seguramente, la famosa Estatua de la libertad, símbolo de Nueva York y de todos los Estados Unidos de América, influyó en Salvador Dalí a la hora de crear la escultura La Mujer del Tiempo, que se remonta a 1973.
Ambas mujeres llevan un vestido largo y levantan con orgullo el brazo derecho para mostrar, una de ellas, una antorcha (símbolo del fuego eterno de la libertad) y, la otra, una rosa (símbolo de belleza y armonía). En la mano izquierda, las dos figuras sujetan un objeto ligado al tiempo: una tabla con la fecha del día de la Independencia, el 4 de julio de 1776, y un reloj blando, que marca las 12.30 horas.
Las formas del estilo Liberty inspiraron el arte de Salvador Dalí y resultan evidentes en algunas de sus obras pictóricas, entre las cuales La fuente (1930) y El hombre invisible (1929-1932). Elementos florales, tales como las hojas de acanto y las rosas, y también las curvas agraciadas y elegantes de las figuras y de sus melenas, protagonizan estos lienzos.
Para Dalí, la hoja de acanto es un adorno inmortal. En su autobiografía La vida secreta de Salvador Dalí, Dalí escribió: “Cuando, en el amanecer de la cultura, los hombres que habrían fundado las bases eternas de la estética occidental eligieron, entre la multiplicidad informe de las hojas existentes, la forma única, reluciente, de la hoja de acanto, materializaron de esta forma el símbolo occidental eternamente contrapuesto al del Extremo Oriente, o sea la hoja de loto. Y la hoja de acanto, divinizada, no moriría nunca. Viviría en todas las futuras arquitecturas del espíritu y, a través de las convulsiones de Occidente, se fue simplemente ensanchando, rizando, alisando, recargando, afilando, pero siempre a punto de brotar. Y, a menudo, en las tempestades, desaparecería, pero siempre para reaparecer, más perfecta, en la serenidad de los varios renacimientos. […] Nacida en los capiteles corintios, muerta en la era de Cristo, renacida con Palladio, nupcial en Roma, gloriosa con Luis XIV […] ¡neurótica y loca con el Modern Style, desterrada en el manicomio desde la posguerra, olvidada hasta hoy! ¡Pero no muerta! Porque vive, preparando su nueva gloria en el cerebro de Dalí”.
En la escultura La Mujer del Tiempo, Dalí traslada al bronce toda la elegancia y la gracia del movimiento artístico y filosófico, que se desarrolló entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, llamado Art Nouveau, y conocido en Italia también como estilo floral, estilo Liberty, representando a una mujer joven agraciada, que levanta un brazo y sujeta en la mano el tallo de una rosa, mientras que, en el otro brazo, lleva un reloj blando, el símbolo icónico daliniano del tiempo.
La elegancia y la gracia de La Mujer del Tiempo nos recuerdan la de los grupos escultóricos, que adornan la fachada y el interior del Palau de la Música Catalana de Barcelona y, en especial, al grupo de jóvenes que cantan y ejecutan un baile catalán. El techo rectangular de la sala de conciertos aparece cuajado de adornos florales con predominancia de la imagen de la rosa. Dalí visitó este magnífico ejemplo arquitectónico del modernismo catalán, concebido como un “jardín de la música”, durante su infancia junto a su familia.
La posición de la figura femenina de la escultura La Mujer del Tiempo es similar a la de las figuras pintadas por Salvador Dalí en el lienzo Tres jóvenes mujeres surrealistas que sostienen en sus brazos las pieles de una orquesta (1936). En la pintura, las dos mujeres cercanas tienen ambas la cabeza de rosas, una levanta el brazo hacia arriba y la otra sostiene un violonchelo entre sus brazos, que resbala blando, y adquiere la misma forma que el reloj en la escultura La Mujer del Tiempo. El reloj y el violonchelo parecen perder sus virtudes realistas y se representan en sus aspectos de descomposición. Dalí representa a las figuras femeninas con un vestido largo, que cubre sus pies, en el lienzo y en el bronce.
La rosa ocupa un puesto importante en el universo Daliniano. Apareció por primera vez en la pintura de Salvador Dalí de 1924, titulada Ramo de flores, y es el tema de muchos otros lienzos, entre los cuales citamos Las rosas ensangrentadas (1930), Gradiva (1931), La virgen de Guadalupe (1958) y La rosa (1958).
En la colección Dalí Universe, la imagen de la rosa aparece en numerosas esculturas. La sujeta en la mano levantada la figura femenina de La mujer del tiempo, aparece como un ramo de flores en lugar de la cabeza en las esculturas Homenaje a la moda (creada en 1971) y Alicia en el país de las maravillas (creada en 1977). Otra obra escultórica de Salvador Dalí, que representa la metamorfosis de la cabeza de una figura femenina es la Mujer con cabeza de rosas (creada en 1981).
En cuanto a la flor de la rosa, Dalí declaró: “Cada flor tiene su prisión. Desde el punto de vista estético, la libertad carece de forma. Se ha descubierto, en los estudios recientes sobre la morfología (¡gloria a Goethe por haber inventado esta palabra de incalculable preñez, una palabra digna de Leonardo!), que, a menudo, son precisamente las tendencias más heterogéneas, más anárquicas, que ofrecen la máxima complejidad de antagonismos, para luego acabar en el reino triunfante de jerarquías rigurosas formales”.
Para Dalí “todas las floraciones poseen una especie de fuerza expansiva, casi una fuerza atómica”. El artista catalán ha desarrollado a lo largo de toda su vida una obsesión profunda por las formas que convergen exactamente en un punto y que están encerradas rigurosamente en curvas logarítmicas. Estudiando la morfología del girasol, Dalí dijo: “en la intersección de las espirales del girasol resulta evidente la forma perfecta de los cuernos del rinoceronte”.
Al igual que el girasol, también la coliflor y la rosa, presentaban una forma repartida según las proporciones divinas, para el artista catalán. En la morfología de estos queda encerrada: “una galaxia de curvas logarítmicas”, dijo Dalí, “El problema morfológico de la coliflor es idéntico al del girasol, por estar compuesta también por auténticas espirales logarítmicas".
La imagen del reloj blando apareció por primera vez en la famosa pintura de Salvador Dalí de 1931 La persistencia de la memoria, el eje de la colección del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York desde 1934. En la escultura La Mujer del Tiempo, Salvador Dalí crea en el bronce la imagen central de la famosa pintura de 1931. En la escultura La Mujer del Tiempo resulta interesante notar la presencia simultánea de la rosa y del reloj. Dalí ha unido y creado un contraste marcado entre el simbolismo de la rosa y el concepto del tiempo Daliniano.
Para Dalí: “la forma representa solamente el producto de un proceso inquisitorio de la materia: la reacción específica de la materia sometida a la tremenda coerción del espacio, a la torturadora presión de cada lado, hasta que se compone, explotando, en los contornos exactos de la propia originalidad reactiva. ¡Y cuántas veces la materia, enriquecida por impulsos demasiado absolutos, queda anulada, cuántas veces, otra materia, dócil al contraerse en la dureza implacable de sus límites, acaba por inventar su propia, original forma de vida!”.
Con una mano, La Mujer del Tiempo ofrece al espectador la vista de la ligereza y la riqueza floral de una rosa delicadísima, cuya complejidad reside en su morfología, atrapada en jerarquías formales rigurosas. En el brazo opuesto, la figura femenina lleva el reloj daliniano y muestra la imagen fascinante de una materia en origen dura y precisa (el reloj), que aparece “dócil al contraerse en la dureza implacable de sus límites” y adquiere una nueva forma, “acaba por inventar su propia, original forma de vida”: la de un queso blando, para Dalí “el camembert tierno, extravagante, solitario, crítico paranoico del tiempo y el espacio”.
“Odio la sencillez en todas sus formas” dijo Dalí. En este sentido, la escultura La Mujer del Tiempo es el elogio al rigor y a la riqueza formal, un homenaje a la gracia y a la belleza femenina, la admiración por el estilo Liberty, junto a una declaración de una profunda preocupación por el paso del tiempo.
La presencia del reloj blando remite a la conciencia de que la belleza acaba desvaneciéndose en el tiempo. Dalí ha asociado el simbolismo, ligado a la fascinación femenina, con el simbolismo del tiempo, fugaz e imposible de controlar. Tal vez, Dalí, apoyando un reloj en el brazo de La Mujer del Tiempo, haya querido hacernos participar en su arte y provocarnos con una pregunta: ¿La belleza depende del tiempo o bien está destinada a durar eternamente?
“¡Miserable aquel que, adquirida la ciencia suprema de la vejez, vende luego su alma para alisarse la frente, y readquirir la carne inexperta de la juventud!”, escribió Salvador Dalí en su autobiografía La vida secreta de Salvador Dalí: "Deja que el laberinto de arrugas se arrugue en mi frente con el hierro al rojo vivo de mi propia vida, deja que mi cabello se blanquee y mi paso se vuelva vacilante, con la condición de que pueda salvar la inteligencia de mi alma, deja que mi alma infantil sin forma, mientras envejece, asuma las formas racionales y estéticas de una arquitectura, déjame aprender todo lo que los demás no pueden enseñarme, ¡lo único que la vida sería capaz de marcar profundamente en mi piel!".
Fuentes:
Diario de un genio, Salvador Dalí, 1963.
Vida secreta de Salvador Dalí, Salvador Dalí, 1942.
Conversation with Dalí, Alain Bosquet, 1969.
Catalogue Raisonné of Salvador Dalí Paintings (https://www.salvador-dali.org)
Imágenes: Catalogue Raisonné of Paintings by Salvador Dalí © Fundació Gala - Salvador Dalí.
Dalí: The Hard and the Soft, Sculptures & Objects, Robert e Nicolas Descharnes, 2004.