El pasado 12 de diciembre la exposición “Salvador Dalí - Enigma” abrió sus puertas al público en la ciudad de Praga. Dicha exposición corre a cargo de Beniamino Levi, presidente del Dalí Universe; mientras que el proyecto creativo ha sido desarrollado por Phantasya S.r.l. bajo la dirección artística de Roberto Pantè. Es un recorrido expositivo que muestra a los visitantes los secretos innumerables, que nacen del inconsciente y de las fantasías oníricas dalinianas, presentadas a través del lenguaje de la psicología moderna.
La exposición incluye un espacio dedicado al óleo sobre lienzo “L'Oeil Fleuri”, parte de la escenografía extravagante concebida por Salvador Dalí para la producción del ballet “Tristan Fou” (Tristán Loco) en 1944. Esta obra ilustra a los visitantes de la exposición la obsesión de Dalí por la imagen del ojo, el instrumento visual, que se demostró fundamental para ver la paranoia y las metamorfosis creadas a partir de las «dobles imágenes».
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Dalí y el ojo: el instrumento para ver la paranoia
En el surrealismo, la imagen del ojo ocupó un eje central y se convirtió en el sujeto principal de las obras de numerosos artistas. René Magritte pintó en 1936 los ojos de “un hombre que mira el mar visto de espaldas, pero del que se puede ver el rostro” llamando su obra “La maison de verre”. En 1927, Man Ray realizó “Boule de neige”, una bola que muestra la imagen de un ojo pintado en su interior. En 1944, Dalí concibió el proyecto surrealista “Métronome” fijando la imagen de un ojo en la varilla de un metrónomo.
Para Dalí, el ojo es el instrumento para mostrar las “cosas invisibles” al espectador y el tema de la “doble imagen - la imagen que sugiere o se transforma en una segunda imagen observada a primera vista o fijada con atención”. Podemos afirmar casi con certeza que, sin la vista, Dalí no hubiese inventado el famoso “método paranoico-crítico” y utilizado el concepto de la “doble imagen” en su arte.
La extraordinaria creatividad de Dalí está estrechamente ligada al papel del ojo, la mirada y la observación, que actúan la capacidad de construir visiones, mirar más allá de la imagen observada a primera vista. Dalí experimentó esta capacidad desde su infancia. Con nueve años, descubrió “el fenómeno del mimetismo” observando una planta marina, que solía crecer en las playas de Cadaqués.
En su autobiografía “La vida secreta de Salvador Dalí” Dalí escribió: “Estas plantas, vistas de cerca, estaban compuestas por hojas irregulares, sujetadas por tallos tan flexibles que el mínimo soplo de viento las mantenía en un temblor constante. ¡Sin embargo, un día observé que algunas de estas hojas se movían independientemente entre sí y cuál fue mi estupor al verlas caminar! Inmediatamente aislé insectos-hoja para observarlos minuciosamente: al mirarlos desde arriba no se podían distinguir de las hojas verdaderas, pero al girarlos parecían cucarachas, con la sola excepción de las patas, tan finas y, en posición normal, incluso invisibles. El descubrimiento me impactó enormemente porque me convencí de haber entendido uno de los secretos más importantes de la naturaleza. Y no cabe duda: dicha comprensión influyó, desde entonces, en la cristalización en mí de las imágenes invisibles y paranoicas, que poblaban mis cuadros con sus presencias fantasmales".
El fenómeno de las “imágenes invisibles”, las “dobles imágenes”, que se ocultan tras una primera observación, es experimentado por numerosos artistas con el paso de los siglos y aparece claramente en la producción pictórica de Dalí.
Algunos ejemplos de ello son “El hombre invisible” (1929-32) donde, las pupilas azules son también las cabezas de cuerpos esqueléticos; “Aparición de un rostro y un frutero en la playa” (1938) donde, en la oscura profundidad de los ojos aparece un ánfora y la cabeza del cuerpo de un niño en pañales durmiendo. Y también “Vejez, adolescencia, infancia” (1940), que muestra en el centro dos ojos abiertos y escrutadores que, al mismo tiempo, son un paisaje con recorridos, cipreses y follaje representados en el detalle.
Tampoco podemos olvidarnos de la famosa pintura “La persistencia de la memoria” (1931) donde en el centro aparece una roca, que se transforma en el perfil de Dalí. El ojo aparece cerrado, como en la pintura “El gran masturbador” (1929) y “El sueño” (1937) y, observando su ceja, descubrimos la boca y el famoso bigote de Dalí.
Por último, “Impresiones de África” (1938), que contiene una infinidad de ojos, empezando por el derecho de Dalí, que observa el exterior de la pintura y captura el ojo del espectador. Las órbitas del rostro de Gala muestran al mismo tiempo las arcadas del pórtico de un edificio y las del campesino y del personaje, que toca la guitarra, se confunden con los perfiles rocosos del fondo.
Para Dalí, el ojo se convierte también en un medio para ilustrar los horrores de la segunda guerra mundial “El rostro de la guerra” (1940); las cavidades oculares de la calavera muestran otras calaveras y estas muestran otras calaveras en el interior de las cavidades oculares, dando curso a un proceso visual infinito.
Dalí ha convertido el ojo en una auténtica obsesión y lo utiliza en sus pinturas, pero también protagoniza sus esculturas, escenografías, fotografías y, junto a su bigote famoso, es el elemento caracterizador de su rostro.
En el ámbito cinematográfico, Dalí recurrió al tema del ojo como instrumento para narrar los sueños fruto del psicoanálisis y lograr un fuerte impacto visual, penetrante y realista. En 1945, invitado por Alfred Hitchcock, Dalí realizó una serie de cuatro pinturas en matices grises, un lienzo de colores y casi un centenar de dibujos de preparación para la famosa “Escena del sueño” de la película “Spellbound” (Recuerda, 1945) basada en la novela “The House of Dr. Edwardes”.
La pintura de dimensiones monumentales (5 metros por 11), creada para el set cinematográfico, le ofrece al espectador ojos vítreos, objetos extravagantes surrealistas y formas que, a través de sus movimientos simultáneos, interactúan para crear un fondo imponente y también grandioso.
“Spellbound” fue una de las primeras películas que recurrió al tema del psicoanálisis de carácter freudiano. Dalí se sumergió completamente en este papel pictórico, creando una secuencia surrealista en óleo sobre lienzo, que captura en un modo sumamente vivaz la naturaleza ilusoria del inconsciente.
Como dijo el mismo Hitchcock: “Yo pude elegir también a De Chirico y Max Ernst, pero nadie es tan imaginativo y extravagante como Dalí”. La escena desarrollada por Dalí presenta una inquietante sucesión de ojos pintados, un tejado y la pendiente de una colina. En la primera parte, la secuencia muestra unas tijeras enormes que desgarran el fondo de ojos pintados. La escena nos recuerda la que Dalí elaboró 16 años antes, en 1929, cuando trabajó junto a su amigo Luis Buñuel en el guion de la película “Un perro andaluz”.
La historia del cine aparece repleta de escenas de ojos, que recuerdan el ojo de buey de “Un perro andaluz” y los ojos soñados del actor estadounidense, Gregory Peck, en la película “Spellbound”. Ejemplos de ello son, por ejemplo, el paisaje de planos visuales hasta la toma del detalle de los ojos fuera de las órbitas de James Stewart en la película “El hombre que sabía demasiado” de Alfred Hitchcock (1956) y las manipulaciones hipnóticas en la película “El diabólico Dr. Mabuse” (1960), donde aparecen los miles de ojos “Spellbound” que espían incluso en la cabecera. Son los mismos ojos hipertiroideos que fijan, asustan y retienen la ropa de la joven bailarina, que alcanza el ápice en espiral de una escultura decapitada en el cortometraje “Destino”, fruto de la colaboración entre Salvador Dalí y Walt Disney, en 1945.
En las esculturas de bronce de la colección Dalí Universe, la imagen del ojo suele aparecer sin detalles o, a veces, adquiere una imagen diversa, abrazando el concepto de la “doble imagen”. En la escultura “Alicia en el país de las maravillas”, los ojos, al igual que todo el rostro, permanecen ocultos en el follaje espeso, que precede la explosión floral de toda la cabeza. La ausencia de rasgos en el rostro de San Jorge y de la princesa de Silca en la escultura “San Jorge y el dragón” es una elección típicamente daliniana, para resaltar el significado puramente simbólico de las figuras.
Dalí llega incluso a representar la imagen del ojo, invisible en la escultura “Newton Surrealista”, realizando un orificio oval en la cabeza. El vacío del rostro, que se convierte en el rostro invisible de Newton, evoca el pensamiento de Magritte. De hecho, para el pintor belga, el rostro de una persona era una “cosa invisible” que no se podía representar.
Viceversa, Dalí ilustra un ojo abierto y perfectamente definido en la escultura “Perfil del tiempo”. Esta obra de bronce quiere ser un elogio del concepto de la “doble imagen”. Si miramos el reloj, con la cabeza inclinada hacia la izquierda, aparece una imagen oculta. La esfera del reloj se transforma en un perfil: el de Dalí. La curva de la frente, con el número 10 al lado, recuerda en el círculo sus grandes ojos de alucinado; la forma alargada de la gota simboliza la nariz del artista y, por último, la línea del perfil curvada hacia arriba, que describe el número 9, busca ser una referencia clara al famoso bigote daliniano.
Entre las esculturas de vidrio de la colección Dalí Universe, que Dalí realizó en colaboración con la prestigiosa vidriería francesa Daum Cristallerie en la década de los cuarenta, encontramos la obra Daum “Oeil de Pâques”, que se expondrá en la exposición “Salvador Dalí - Enigma” en la ciudad de Praga. Esta obra, creada en 1969, nos recuerda la transparencia del cielo y del mar Mediterráneo por el color azul cobalto del cristal, y la obsesión daliniana por la imagen del ojo y del huevo. Dalí identificaba en el cristal el instrumento perfecto para “la expresión de la metamorfosis” y las propiedades para una transformación surrealista de luz y color en la forma tridimensional.
Dalí retoma el binomio ojo-huevo, presente en la escultura “Oeil de Pâques”, también en el campo fotográfico, con la foto de 1971, que muestra a la actriz y fotomodelo, Amanda Lear, fotografiada como una monja, con los ojos blancos, mientras que sujeta un plato con dos claras de huevo en sus manos. La imagen, titulada “The eyes on the plate of Saint Lucia”, representa a Santa Lucía, la santa mártir cristiana, en el acto de sostener sus ojos en el plato.
El papel del ojo acapara un lugar importante también en las ilustraciones de Salvador Dalí. La colección de libros ilustrados del Dalí Universe presenta los grandes temas de la historia, interpretados e ilustrados por Dalí a lo largo de su vida.
Entre las 12 ilustraciones del libro “Después de 50 años de surrealismo”, encontramos la imagen de dos bustos con cajones abiertos y el tirador sobresaliente en lugar de los ojos, como referencia clara al ojo de Polifemo.
Una de las 20 ilustraciones de “Tricorne” representa a una joven vestida con un traje con forma de una mariposa búho, uno de los insectos favoritos de Dalí, símbolo del alma y del cambio, del renacimiento y de la metamorfosis. En el traje, los dos “ocelos” son grandes y casi desproporcionados respecto del pequeño rostro de la joven; parecen escudriñar al observador con el objetivo de desplazar el punto de observación al centro de la figura.
El ojo presentó a Dalí la perfección. La posibilidad de observar a Gala como el milagro de la belleza: “Un solo ser ha logrado una forma de vida en que la imagen sea comparable a las serenas perfecciones del Renacimiento”, escribió Dalí en su autobiografía. “Y expiándola con el rabillo del ojo, durante las largas horas que paso delante del caballete, me repito a mí mismo que Gala está tan bien pintada como un Rafael o un Vermeer”.
El ojo presentó a Dalí la ambición. El deseo que nació alrededor de la “omnipotente atracción libido-social” por la familia Matas y las reuniones por las tardes donde se solía beber juntos el mate en un envase que tenía en el exterior la imagen de Napoleón. Dalí, que entonces tenía siete años, observando ese envase de mate pensó: “quiero beber el líquido de Napoleón”, y empezó a definir sus jerarquías: “A la edad de seis años quería ser cocinero. A los siete años quería ser Napoleón. Y mi ambición ha ido creciendo constantemente desde entonces”.
El ojo presentó a Dalí sus obsesiones. Las visiones provocadas por la vista de un murciélago con un enjambre de hormigas, un almuerzo acompañado por los caracoles y la lectura de un ensayo, el techo de bóveda que cerraba las paredes de la escuela, las pequeñas calaveras escondidas en la imagen de las pelotas de ping-pong y de las bayas del árbol del ciprés, en el patio de la finca del señor Pichot.
Y continuando, el ojo presentó a Dalí sus amadas metamorfosis. Las transformaciones relacionadas con el placer derivado de la capacidad de descubrir nuevas imágenes ocultas en una figura, que Dalí sabía captar con su imaginación. “La peculiaridad más curiosa de este fenómeno”, dijo Dalí, “consiste en la posibilidad de encontrar siempre, a mi gusto, una cualquiera de las miles de etapas de la evolución de una figura, y encontrarla no simplemente como era al principio, sino como la había progresivamente perfeccionado y enriquecido”.
Para Dalí, el ojo fue también un instrumento. Un elemento visual para analizar el cosmos que, mediante la física moderna, puede observarse como “espacio finito”, un espacio contrapuesto al “infinito” del universo daliniano, como escribe Dalí en su “Diario de un genio”: “Cuando miro el cielo estrellado, lo encuentro pequeño. O soy yo quien crece o es el Universo el que se encoge. A menos que no sean las dos cosas a un mismo tiempo.”
“Lo único que me interesa es la ciencia” dijo Dalí. En el programa de televisión “The One Thousand and One Vision of Salvador Dalí” (1978), realizado por Robert Descharnes y Brigitte Derenne, Dalí narró su visión abarcando la física y la psicología.
“Under Dalí’s eye” era el título original del programa y, para dicha ocasión, Dalí realizó en 1976 el dibujo sobre papel “Architectural Project: Eye catching Economy”, con la ilustración de veintisiete ojos abiertos apoyados sobre una base y sujetados lateralmente por una muleta. En la parte inferior derecha, la imagen de una escalinata lleva hasta una puerta. Cuatro años después, en 1980, Dalí realizó, sobre la base del dibujo, la obra de bronce “Ojos surrealistas” donde la imagen múltiple de los ojos recuerda claramente la sucesión inquietante de ojos pintados realizada para la película “Spellbound”.
Con sus ojos, Dalí estudió sin descanso a lo largo de toda su vida los descubrimientos filosóficos, científicos, morfológicos, biológicos y religiosos que caracterizaron su tiempo, para representarlos desde su visión e imaginación personales.
Con sus ojos, Dalí ha escrutado los abismos del inconsciente y ha observado, al mismo tiempo, lo alto de los cielos y toda su obra refleja lo que ha observado. En varias ocasiones Dalí dijo: “Mi obra es un reflejo, uno de los innumerables reflejos de lo que hago, escribo y pienso” y ahora podríamos añadir “veo”.
Fuentes:
Diario de un genio, Salvador Dalí, 1963.
Vida secreta de Salvador Dalí, Salvador Dalí, 1942.
Dalí, The Hard and the Soft, Sculptures & Objets, Robert and Nicolas Descharnes, 2004.
Salvador Dalí: The Museum of Modern Art, JT Soby, 1946.
Catalogue Raisonné of Salvador Dalí Paintings (https://www.salvador-dali.org).
Dada e Surrealismo Dal Nulla al Sogno, con la coordinación de Marco Vallora, 2018.