Reflejo de la célebre pintura de Dalí de 1931 La Persistencia de la Memoria, en la que aparece por primera vez el famoso reloj blando, esta escultura es una creación genial y está repleta de referencias simbólicas y significados ocultos. Dalí estaba obsesionado por el transcurso del tiempo y, al interpretar el reloj, lo representa blando, una condición que reservaba a los objetos que detestaba. «El objeto mecánico se habría convertido en mi peor enemigo y, por lo que se refiere a los relojes, ¡hubiesen tenido que ser blandos, o no existir directamente!»
El reloj blando se derrite inexorablemente sobre el árbol formando una doble imagen. Al observarla, inclinando la cabeza a la izquierda aparece una imagen oculta. El cuadrante del reloj se transforma en el perfil del artista: un ojo, una nariz aguileña y el 9, que alude a los bigotes de Dalí. A Dalí le encantaba sorprender a las personas y las alentaba a que participaran de su arte.
La forma blanda del reloj evoca inmediatamente la obra de Dalí de 1929 El Gran Masturbador, un autorretrato con una larga cabeza distorsionada, retratada de perfil, que mira hacia abajo. Esta forma peculiar se basa en una específica roca presente en su ciudad natal, que pone de relieve la influencia del paisaje nativo de Dalí en su arte, además del olivo, otra imagen que fue muy significativa para él.
A Dalí le gustaba dar vuelta las imágenes, experimentar con su maleabilidad. Manipulaba y alteraba los objetos cotidianos para subvertir la realidad, ofuscando los confines entre consciente e inconsciente. El reloj blando evoca la sensación de intemporalidad que impera en el mundo onírico; el reloj es fluido, casi sinuoso y, con ello, el tiempo se vuelve insignificante. Pero se nota también una atmósfera melancólica que alude al tiempo que se va agotando y a la constante batalla que libra el hombre contra él.