En esta escultura, Dalí transformó la imagen de un piano de cola en un objeto danzante surreal.
Las tradicionales patas de madera del piano fueron sustituidas con piernas femeninas adornadas con volados y ribetes y que llevan zapatos en los pies. Añadiendo estas características únicas y sorprendentes, Dalí transformó un objeto común e inanimado en un objeto animado, típico del surrealismo Dalíniano. El resultado es un conjunto vivaz, capaz de bailar y tocar, que puede existir solo en el universo surreal de Dalí. Agregar elementos de la vida humana a los objetos es un rasgo común en la obra del artista y aparece sobre todo en la interpretación surrealista de muebles e instrumentos musicales.
Hay una figura femenina dorada apoyada sobre la tapa superior del piano que otorga una dimensión elegante a toda la composición. La pose de la bailarina clásica contrasta con la danza que se lleva a cabo debajo de la caja del piano, en que los volados dejan ver las piernas de una mujer. La permanencia de Dalí en la ciudad de París durante los rugientes años veinte, caracterizada por el nacimiento de un rico y vigoroso repertorio de espectáculos y danzas, ejerció una notable influencia sobre él, que se ve reflejada en su producción artística.
La imagen del piano aparece en numerosas pinturas de Dalí y se convirtió en el objeto principal de algunas de sus instalaciones. Efectivamente, un piano fue trasladado al mar, a Port Lligat, y otro fue colgado de un árbol del jardín de Caresse Crosby, en su propiedad de Hampton Manor en Virginia (EE. UU.). Dalí eligió la imagen del piano unida a la figura femenina también para su instalación “Sueño de Venus” en la Exposición Universal de Nueva York de 1939.