Para Dalí el elefante era un símbolo del futuro y una de sus imágenes preferidas, que solía representar transportando objetos en el dorso. Dalí subvierte la idea de que el elefante es robusto y pesado y lo dota de unas patas improbablemente largas. Un ejemplo de pura extravagancia daliniana, una imagen fantástica creada yuxtaponiendo el enorme peso a la fragilidad de los miembros sutiles. El modo en que los elefantes de Dalí desafían las leyes de la naturaleza moviéndose sin esfuerzo y casi con gracia, transmite una sensación de trascendencia.
Las patas filiformes recuerdan los zancos y las muletas, que Dalí utilizaba mucho en sus obras.
El elefante fue un tema recurrente que apareció por primera vez en su pintura de 1944 “Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar”.
El Elefante del Triunfo es una de las imágenes más icónicas e inmediatamente reconducible al artista.
La figura que se apoya ligeramente sobre el dorso del paquidermo es un ángel, imagen presente en modo difuso en la obra de Dalí. En la psicología daliniana el mensajero representa al inconsciente, que guía al hombre a lo largo de su vida. El elefante levanta victorioso la trompa, mientras el heraldo en júbilo refleja la misma acción anunciando éxito y esperanza para el futuro con el tararí de la trompeta.
Su atracción por los elefantes era tal que, cuando en 1967 la compañía aérea Air India le encargó la creación de un souvenir, Dalí creó un cenicero de porcelana en forma de cisne que, al darlo vuelta, se transformaba en un elefante y, en vez de solicitar el pago por el trabajo, el ecléctico español pidió un elefante bebé, que le enviaron puntualmente por avión desde Bangalore a Ginebra.